La partida de Ernesto Ponsati | FCC

La partida de Ernesto Ponsati

Con un diario bajo el brazo

Por César Arese. Abogado y periodista.

Con La Nación a mano, alargando un ristretto, sacudiendo una humorada inglesa a cada frase, sin apuros, cerrando la última edición y pensando la próxima, El Tío divagaba sobre un mundo de literatura y periodismo en uno solo, más buena música. Pero antes de avanzar, deténgase la descripción de este personaje. ¿Por qué “El Tío”? ¿Cuándo dejó de ser Ernesto Ponsati White? El tipo se declaraba de origen catalán y británico y tiene sobrinos que, en realidad, son decenas de escribas y amigos que le decían “El Tío” y todos sabían de quién se habla. En principio fue solo “un” tío, cuando allá, hace muchos años, era un periodista profesional de locales o “cables” en el Diario Córdoba. Pero todavía no era este El Tío. 

El vínculo de hermano del padre es un parentesco muy diferente al del padre, el que se impone, por razones obvias. La verticalidad del padre, impone amores y odios, hechuras o desventuras personales. Los hermanos padecen el orden parental común y, también, la democrática horizontalidad. El tío en cambio, es el que se toma en la vida por elección más que por imposición atávica. Se lo consulta si se quiere, se referencia o reverencia si se quiere. A falta o destronamiento del padre, por acumulación o elección, el tío viene a hacerse padre. Todo esto tiene una explicación: el tío puede ser hermano y padre al mismo tiempo si se contrae con afecto, la línea de parentesco.

Así comenzaron a sentirlo a “El Tío” (Ponsati, obvio), una barra joven, inteligente y valorosa de periodistas cordobeses y sus propios amigotes. Entre los primeros se convirtió en una figura institucional, carácter otorgado a sólo unos pocos de los incontables periodistas profesionales o vocacionales que aspiraron aroma y bebieron tinta de redacción en algún momento. ¿Qué habría hecho El Tío con esta información o esta nota?, se preguntan, aunque sea in pectore y como un reflejo felino. 

Por allí mismo, se sabe que este señor transitó muchas redacciones: las de dictáfono, las que se alimentaban de plomo de linotipo leído a la inversa en la rama, las de estruendos de máquinas de escribir y las de etérea plataforma digital. En todas hizo de “mejorador” de redacciones (Elvio Botana, dixit). Es decir, asumió el rol no asignado de cronista que con su simple, formada y serena presencia, aplaca los ímpetus pueriles de los jóvenes escribas, les indica los errores hasta hacer un bollo con un original impresentable y, sin ahorrarse la maldad, la “mugre” (en el sentido tanguero del término) y el sentido del humor cruel que circula en toda redacción que se precie de tal, elevaba imperceptiblemente el nivel de los pasquines. Y bueno, en algunas culturas El Tío es deidad protectora y demonio temible a la vez. 

Hay otra explicación. El Tío no se formó nunca jamás como periodista profesional. Se instruyó “a lo periodista”, como todo lo que hace. Nació como periodista profesional, nomás. Era parte de su genoma. Pensaba, leía, escribía, tomaba café y wishky, caminaba, se rascaba y quién sabe qué cosas más hacía como periodista. Si no hubiera sido escriba a sueldo, no sería El Tío, ni hubiera existido siquiera. Y pensar que ganaría todos los premios periodísticos, como un jockey sobre la máquina de escribir con el diario bajo el brazo.

Sus camaradas de eterna solidaridad gremial nunca suspendida ni descuidada, en democracias o dictaduras militares, lo consagraron como El Tío consulto, magistratura que ejercicio sin retiro efectivo, discretamente, sin beneficios ni figuraciones.

Para sus afectos, era un ente afable, armador de mesas, no siempre de buen humor (tenía sus chiripiocas), que jamás pasaba por desinformado o inculto. Y si no sabía algo, lo inventaba bien, es decir, que lo sabía a su modo. Por esas cosas y muchas más, también era el El Tío querido. 

Parece mentiras no poder verlo más tecleando a dos índices, ahora que remontó vuelo en las alas de papel cuadrado para buscar eternamente el cielo imposible de los grandes periodistas.

*[Gentileza imagen; Cesar Arese] Ernesto El Tío Ponsati presentando su libro Panorama el 10/12/14 en el Círculo Sindical de la Prensa de Córdoba