Susana Fiorito fue la compañera de Andrés Rivera por más de 50 años. El próximo martes 3 de octubre a las 18:00 participará en el Ciclo Presencias para revitalizar la presencia del escritor en nuestra Facultad.
Rivera se crió en provincia de Buenos Aires, en un hogar de ideología comunista, por lo tanto él creía en el protagonismo de la clase obrera. Autor de más de treinta novelas y cuentos, es uno de los escritores argentinos más renombrados de la literatura.
¿Cómo era Andrés?
Creo que su forma de ver el mundo está plasmada en su narrativa. Era un tipo absolutamente coherente desde el lugar en el que veía el mundo y desde el que se ponía para escribir.
Un día común que recuerdes de él...
Se levantaba, tomaba el desayuno y se sentaba a escribir. Durante el día podía hacer muchas otras cosas: dar charlas en la Biblioteca, leer escritos de gente que recién empezaba, puso lo que sabía a disposición de los que más necesitaban.
¿Cuál de sus textos te gusta más?
De acuerdo a como esté de ánimo busco una cosa o la otra. Creo que “La revolución…” es para mí el texto más perfecto en el sentido de la escritura, pero hay momentos que busco un cuento.
¿Por qué le recomendarías a un lector la narrativa de Andrés Rivera?
Porque le da voz a los oprimidos, a la gente que el sistema aplasta. En todo sus libros habla de las porquerías del sistema, de cómo derrumba seres humanos y humanidad, por otro lado exalta o muestra aquellos que a pesar de las pinzas del sistema intentan desarrollar lo que es el ser humanos, lo humano.
¿Por qué decidieron fundar una biblioteca?
Porque abrir una biblioteca, es abrir cocos.
¿Qué rol cumplió Andrés?
Los primeros cinco años coordinó sesiones de cine, con un grupo de gente del barrio. Elegía una película con base para la formación política y armaban un cine debate. Andrés se hizo amigo de Juan José Gorasurreta, el (fundador del cineclub La Quimera) y con su asesoramiento hicimos las funciones de cine a la noche.
¿Cuál creés que es el aporte que hacen desde la Biblioteca?
Hemos hecho lo que hemos podido. Los resultados no son exclusivamente visible, ves gente que se compromete con organizaciones, que pide ciertos libros, pero también ves un trabajo que no es público en las conciencias de los vecinos, de los chicos, cambios casi imperceptibles porque la biblioteca al lado de una pantalla es muy chiquita.
En tu caso ¿por qué elegiste involucrarte de esta manera?
Porque me gusta, creo que es necesario.
Una historia compartida
Susana Fiorito, una de las fundadoras de la Biblioteca Bella Vista, recuerda que conoció a Andrés Rivera cuando le fue a entregar un periódico del sindicato de prensa del Movimiento de Liberación Nacional (MALENA) en el que trabajaba.
Disuelto el movimiento en Buenos Aires, la trabajadora de prensa recibió la invitación del Sindicato de Fiat ConCord en Córdoba, que se llamaba SITRAC, para sumarse en dicha actividad. Mientras, Rivera escribía su narrativa y realizaba algunos aporte para el periódico de la organización sindical. Esa fue la primera vez que se mudaron a Córdoba.
El 1 de julio de 1974 -día trágico para los peronistas por la muerte de su líder- le avisan a Rivera que su hijo mayor estaba muy enfermo y viajan a Buenos Aires. El escritor permaneció allá hasta la década del 90.
Luego, volvieron juntos a Córdoba y se reencontraron con antiguos contactos con la idea de armar una biblioteca. “Contacté gente que quedaba de SITRAC, núcleos de corriente clasista y buscamos un barrio (en auto y al boleo) que fuera popular”, recuerda Fiorito.
Así llegaron a Bella Vista y fundaron la biblioteca popular que lleva el nombre del barrio.
“Era un momento de desarrollo de la conciencia crítica de las obreros y las personas que vivían en los barrios. Queríamos ayudar a que los brotecitos que hubiesen quedado previo a la dictadura, crecieran y se volvieran a organizar. Teníamos la perspectiva política que criticaba al capitalismo, pero no teníamos partido”.
Rivera volvió un tiempo a Buenos Aires a desarrollar su carrera pero pasó en Córdoba los últimos años de su vida. Dejó de escribir el 23 de diciembre de 2016, a los 88 años.