Hay diferentes modos de conocer el mundo, sugiere Marc Angenot. Lo pienso mientras Norma Fatala se prepara para la entrevista. Le doy vueltas a los significados y sus derivaciones. Pienso en cada uno de los puntos de fuga en los que puede derivar una entrevista. Ella se toma fotos, sonríe. Elige posar delante de la ventana que da al escudo de la Universidad Nacional de Córdoba. Todo parece encauzarse en algunos sentidos antes de comenzar. El discurso se enmarcará dentro de reglas, de una hegemonía discursiva. Miro el escudo mientras conversamos. ¿Cuál es la capacidad de las investigaciones científicas de la universidad de influir en las percepciones e interpretaciones del mundo?, me pregunto y le pregunto.
“No creo que la Universidad sea el lugar desde donde se cambia el mundo -afirma Fatala-. Vos podes cambiar las percepciones, por ejemplo. Apostar a un buen proceso de formación de alumnos e investigadores. Pero hay cuestiones ideológicas que no dependen puramente de la universidad y que sí tendrían que estar presentes. Son líneas de mero sentido común, que están ausentes en la sociedad argentina. Por ejemplo: uno no vive bien en un país miserable. No se puede vivir bien avalando que el 70 por ciento de la población esté en la incertidumbre total. Y eso tiene que ver con una formación propia del neoliberalismo que, a través de diversos grupos de interés, ha permeado la sociedad completa.”
Norma Fatala lidera en la Facultad de Ciencias de la Comunicación un grupo de investigación que desde hace algunos años trabaja en el proyecto: Prensa gráfica y discurso social. La construcción discursiva del pasado reciente. “Ahora estamos tomando laxamente las distintas etapas políticas desde el retorno a la democracia. En esos temas hay mucho escrito y poco discutido. Se habla mucho de historia reciente, pero el conocimiento es bastante laxo.”
En el estudio de esa historia reciente, el principal insumo de Fatala y su equipo son los diarios. Sobre todo la letra de los diarios cordobeses. Sus exploraciones se desarrollan, según explica, desde un corpus teórico que lleva un ojo puesto en los estudios de Angenot y otro en los de Eliseo Verón.
Los sentidos del Cordobazo
“El sentido es siempre una producción social. No estoy diciendo que es social porque todos pensemos igual. Todo lo contrario. Aún para oponerse a un discurso predominante, necesariamente hay que usar las mismas herramientas, porque si no, la comprensión sería imposible”, aclara Fatala. Sus investigaciones van desde los discursos en torno a los conceptos de Nación y Estado de Raúl Alfonsín durante la primavera democrática hasta los escritos periodísticos que sobre los 50 años del Cordobazo se publicaron en la prensa cordobesa el año pasado.
“El Cordobazo era anti dictatorial pero no era un canto cívico a la democracia formal”, dice Fatala. Según su análisis, en las construcciones significantes aparecidas en los diarios quedan de lado otros rasgos importantes de los sucesos como el “enorme enfrentamiento” entre las burocracias sindicales. Además, las versiones de los hechos eligen olvidar el papel de la CGT de los Argentinos, los levantamientos y puebladas en Tucumán, que producen el primer Tucumanazo, antecediendo y compartiendo la lucha y la temporalidad con los obreros cordobeses. Y sobre todo, el proyecto de algunos sectores más radicalizados de la lamada “la patria socialista”. Para la profesora, “no existe una historización” y, esa ausencia de contexto, da lugar a la “construcción del Cordobazo como una gesta triunfante. Y no deja ver que en realidad fue un triunfo táctico momentáneo”.
El triunfo de las élites económico políticas a través de las dictaduras subsiguientes suele emerger de los viejos textos periodísticos. En las versiones de la historia que se construye en las redacciones. En su película Nostalgias de Luz, Patricio Guzmán, se pregunta si esas luces que emergen de lo profundo del universo, las señales que dejaron los hombres que vivieron en este suelo miles de años antes, o los restos de los huesos de los desaparecidos dispersos en el desierto de Atacama, no son otra cosa que luz de estrellas muertas. La relectura analítica de textos periodísticos busca acaso separar luces de sombras, historizar los discursos, ponerlos en tensión, para acaso poder pensar un futuro.
Marginales y neoliberales
“Nuestro trabajo tiene ver con el futuro o el pasado que aparece en los discursos mediatizados. En este sentido, si hay un discurso donde la noción de futuro como progreso ha desaparecido es en el neoliberal. Es un discurso en donde el futuro es una especulación. Por eso el valor del presente. Tiene razón (Federic) Jameson, cuando dice que vivimos en una serie de presentes inconexos. Es ese el tiempo propio de lo neoliberal, donde el pasado es la obsolescencia y el futuro pura precariedad. De ahí la crítica al pasado. En realidad quieren abolir todo lo que de positivo o discutible puede haber habido en ese pasado”, apunta Fatala. Y continúa: “Hasta finales del siglo XIX o principios del siglo XX se justificaban los males sociales, porque el futuro lo merecía. Ahora, no lo tenemos. El futuro no existe. Y eso tiene que ver con lo que escribieron (Gilles) Deleuze y (Felix) Guattari en sentido de que el “jet set económico mundial” era igual que las bandas las bandas mafiosas, es decir, marginales, en realidad”.
Según Fatala, el neoliberalismo ha permeado cada una de las capas de la sociedad. Y establecido una doxa, un límite de lo decible, que funciona a manera de corset del que es muy difícil salir. En ese sentido, afirma que los diferentes gobiernos, desde el retorno a la democracia en Argentina no fueron otra cosa que variantes neoliberales. Y esa corriente se vislumbra en los análisis de los discursos periodísticos.
“En los 90 los periodistas creían que era muy bueno reírse de Menem. En este sentido, Slavoj Žižek advierte que los rasgos identificatorios, no son siempre positivos. Los rasgos de (Carlos) Menem tienen que ver con que cometía gafes y decía macanas constantemente. Pero en realidad, era una figura distractiva. Mientras decía barbaridades, como haber leído las obras completas de Sócrates, (Domingo) Cavallo hablaba desde una racionalidad –discutible, pero racionalidad al fin- científica e instrumental”, apunta Fatala.
Ya es historia
Es posible trazar líneas de ruptura y continuidad entre los discursos. Sobre todo a la hora de pensar períodos tales como los del menemismo, el del gobierno de la Alianza y el de Cambiemos, que llevan como rasgo común la implementación de políticas neoliberales. Podría ser el futuro de las investigaciones de Fatala: “Habría que comparar estos tres gobiernos abiertamente neoliberales, porque, creo, de la hegemonía neoliberal no salimos nunca. Es decir que se impone muy simplemente porque la economía social de mercado es una forma muy atenuada de neoliberalismo”.
Si bien el equipo de investigación de Norma Fatala está integrado por alumnos y egresados de la Facultad, la profesora cree que el hecho de que la materia forme parte de la currícula de primer año se vuelve una especie de barrera para que los recién llegados se integren a esos estudios. “Es muy difícil encontrar alumnos, a esa altura, los chicos necesitan y hacen otras cosas. Antes tienen que definir sus propios intereses. Saber qué es lo que académicamente les atrae. Nosotros trabajamos en una aproximación al discurso, que trata de ser científica en el sentido de no tener prejuicios ideológicos previos. Porque, como decía (Pierre) Bourdieu, uno tiene que establecer el lugar desde dónde habla además pensar que lo que va hacer es una ciencia y no su propia teoría social de cómo debería ser el mundo. Ese es un punto de partida. Es decir, tratar de, según nos permiten las herramientas -sabiendo que uno está en un lugar y tiene ideas, por supuesto- porque también es esa la cuestión. Y saber que hay una historia, unas reglas y no es que cada ciencia se haga todos los días completamente nueva.”
(*) Realizada por Roy Rodriguez Nazer. Egresado y Trabajador de la FCC - [26.11.2019]